Destacados

Mi último encuentro con C. G. Jung

Artículos

Página final de la última carta del doctor Jung a Miguel Serrano .
3 febrero 2017

«Estaba ahí mirándome fijamente, con su suave sonrisa…».

El doctor Jung llevaba siempre en su mano izquierda un anillo con una gema gnóstica, egipcia. Hablamos del significado de ese anillo y él me lo explicó: «Todos estos símbolos, me dijo, están vivos en mí». Era maravillosa su memoria y su cultura increíble, aun a los ochenta y cinco años. Hablaba a veces como un poeta, como un mago, como un místico. Una vez me dijo: «Mi mensaje no es entendido plenamente; solo los poetas me comprenden».

Ahora le pregunto:

―¿Qué va a pasar con el hombre, en la supercivilización técnica que se avecina? ¿Cree usted que alguien volverá a preocuparse, dentro de veinte años, del espíritu, de los símbolos, en plena era de los viajes interplanetarios, con los «sputnik», los Gagarin y los Shepard? ¿No llegará a aparecer el espíritu «démodé»?

El doctor Jung sonríe maliciosamente, y afirma:

―Tarde o temprano el hombre tendrá que volver a sí mismo, aunque sea desde los astros. Todo esto que está pasando es una forma extrema de escapismo, porque es más fácil llegar a Marte que encontrarse a sí mismo. Si el hombre no se encuentra a sí mismo, si no vuelve a sí mismo, entonces corre el más grande de todos los peligros: su aniquilación. También en esto de los viajes al espacio exterior hay un inconsciente intento de solucionar el más grave de todos los problemas que el hombre deberá afrontar en el futuro: la superpoblación.

El doctor Jung iba a seguir hablando sobre este tema importantísimo cuando la señorita Bailey entró para decir que la hija y el yerno del doctor Jung estaban esperando. Mi promesa de una conversación breve no se había cumplido.

Pero ahora sé que no importa, pues mi entrevista iba a ser la última. Y algo tal vez me lo indicaba de este modo, pues al llegar a la puerta me detuve y volví la cabeza. Jung estaba ahí mirándome fijamente, con su suave sonrisa, y levantaba su mano para hacerme un gesto de despedida. El último. Su mano con el anillo gnóstico. Me incliné respetuosamente.

Sí. La última vez que vi a Jung estaba vestido con una bata de Oriente, con ropas de Oriente, y su joya gnóstica relucía en su mano antigua, Lo nimbaba una luz de atardecer.

Fue como si me hubiese querido decir: «Adiós, ya me voy. Pero retornaré un día por Oriente».

Páginas: 1 2 3

Cerrar
>