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La Antártica, su realidad y su porvenir

Efemérides

Entrevista realizada durante la segunda expedición chilena.

Estanquero, núm. 68 (8-5-48).

De aquí en adelante el problema de la Antártica no puede perder su actualidad para los chilenos. Será cada vez más palpitante a medida que nuestros derechos se impongan. Teniendo en cuenta la necesidad de informar seriamente a la opinión nacional de todo lo que a la Antártica chilena se refiere, Estanquero inicia en este número la publicación de entrevistas hechas en la misma Antártica a los jefes de las guarniciones destacadas en ese lejano continente. Nuestros lectores deberán tener en cuenta que estas entrevistas fueron realizadas en el lugar mismo de los hechos de la segunda expedición chilena. Corresponden a las opiniones de los militares y marinos que tenían por delante la perspectiva de la larga permanencia en medio de la noche polar. Sus afirmaciones y las preguntas formuladas tienen en mucho la actualidad de aquellos momentos y el lector deberá situarse un poco en aquellos instantes y en aquel otro mundo cubierto de hielos. Después, en la rapidez de los acontecimientos, los esforzados exploradores de nuestras fuerzas armadas y los civiles que llevaron el peso de los trabajos antárticos de la segunda expedición chilena fueron desplazados por los acontecimientos, al extremo de que los nombres de aquellos que bregaron tres meses en medio de inclemencias y privaciones para hacer posible la edificación de una nueva base militar en la Antártica se desconocen, del mismo modo como pudiera pasar desapercibido que hay un capitán Schmidt del Ejército que está viento caer la noche de seis meses en los lugares más desconocidos del planeta y que hay un teniente Araya de la Marina que soporta en estos momentos huracanes de ciento sesenta kilómetros por hora.

Con la versión de las opiniones del capitán de ejército Hugo Schmidt Prado, jefe de la base militar General O’Higgins, Estanquero inicia sus publicaciones sobre la expedición antártica chilena, que seguramente serán de interés en los momentos en que se debate la creación de un organismo antártico único y eficaz.

Es el capitán Hugo Schmidt uno de esos hombres que realmente serán de gran importancia para nuestros trabajos en el sexto continente; culto, de gran capacidad y de espíritu inquieto, es de aquellos poquísimos hombres que están a la altura del extraordinario mundo antártico y que extraerán un efectivo provecho de su larga permanecia en él. Ojalá que a su vuelta exista ya un organismo antártico con capacidad para seleccionar a las personas que realmente deben trabajar en estos asuntos y que sepa rodearse de técnicos y asesores. El capitán Schmidt seguramente deberá tener uno de los cargos principales en este organismo.

Imagínese el lector la Antártida y, por un momento, con los ojos de la fantasía, mire los hielos y los grandes témpanos. Ahí dentro de una casa aún a medio construir, forrado con abrigos de pieles y teniendo que colocarse cada cierto tiempo los guantes de pluma para calentar las manos, el capitán Schmidt escribe esta entrevista. Es un hombre joven y simpático; pero su barba está larga y enmarañada. Durante los días anteriores ha pasado las horas escribiéndole cartas a su hijito pequeño. Nos ha dicho que son para que su hijo las lea cuando esté grande y que se las escribe por lo que pudiera pasar. Ahora, rápidamente, y ciñéndose a un cuestionario convencional, nos vierte opiniones sobre la Antártica y sus problemas.

―¿Qué razones tuvo, capitán, para solicitar esta comisión?

―Mis razones para venir a la Antártida son tanto profesionales como personales: desde el punto de vista profesional, quiero cooperar en la materialización del rol del Ejército ante el transcendente problema antártico nacional y, subsidiariamente, complementar mis conocimientos de geografía objetiva; en el aspecto íntimo, cultivarme a través de la lectura y el estudio, y mediante el obligado retiro, fortalecer mi espíritu.

―¿Qué le parece la base y su ubicación en la península de O’Higgins?

―Naturalmente, la ubicación de la base militar en las Tierras de O’Higgins, vale decir en el continente antártico propiamente tal, es de fundamental importancia científica y utilitaria; la construcción misma es de primer orden. Y no podía ser menos dadas las condiciones de Ripamonti, nuestro gran arquitecto y amigo.

―¿Qué proyecciones futuras le ve usted a esta primera base militar antártica?

―Estimo que la base militar está destinada, primordialmente, a cumplir una labor de soberanía nacional sobre el extremo sur de nuestro Chile y, simultáneamente, a servir un fin científico-económico que proyecta sus beneficios al mundo entero.

―Usted, que es profesor de geografía, ¿encontrará aquí un tema abundante para su especialidad?

―En realidad, tengo el honor de poseer el título de profesor militar en la asignatura de Geografía, ramo madre de toda clase de estudios y especulaciones de orden político-económico-estratégico, por lo que pienso que las observaciones y lecciones objetivas que pueda captar serán de positivo provecho para mi formación como maestro. Naturalmente, no pretendo lograr formarme un cuadro geográfico completo del continente helado a través de observaciones locales; el necesario estudio complementario al conocimiento objetivo y las exploraciones sistemáticas me proporcionarán un concepto de valor relativo y de las posibilidades de estas australes tierras nuestras.

―¿Cómo cree usted que se solucionará el problema antártico? ¿La situación de Chile y Argentina frente a las demás potencias interesadas en la Antártida?

―Bueno, su pregunta está contestada por la geografía, por el derecho y por el dominio que ejercemos en nuestro suelo. No asiste duda alguna respecto a la chilenidad indiscutible del casquete antártico que especificó el decreto del presidente señor Aguirre Cerda.

―¿Cuáles son las proyecciones prácticas y económicas de nuestra política antártica?

―Pienso que su pregunta se refiere al aprovechamiento del continente helado con fines de vida. En tal sentido, estimo que una consideración de las posibilidades que el suelo y el subsuelo presentan es algo prematuro; sin embargo, por sobre el tesoro que seguramente almacena este continente, está la evaluación del aspecto situación de las Tierras de O’Higgins con respecto al Pacífico, a la civilización y al tráfico mundial.

Para Chile ello es de enorme y trascendente importancia.

Estamos asistiendo al comienzo de una nueva era, era en la cual le toca su turno al Pacífico como centro de vida del globo. Si miramos un mapa, vemos a este océano circundado por determinadas costas, las que, lógicamente, serán la sede de la actividad humana. Pues bien: Chile es propietario indiscutible de un gran arco del círculo que encierra al Pacífico, arco que desarrollado sobrepasa los diez mil kilómetros, abarcando desde Arica hasta las islas antárticas que miran hacia Australia.

Y muy especialmente debe destacarse el hecho de que en el arco chileno se encuentra la futura gran ruta marítima de afluencia al Pacífico, el estrecho de Drake, del cual los estrechos de Magallanes y del Beagle son ramales complementarios del sistema.

Por otra parte, la zona antártica chilena contiene las tierras más próximas a las otras porciones continentales, lo que, de hecho, es un antecedente para que la península de O’Higgins sirva de cordón umbilical entre el sexto continente y la civilización.

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