Escritos

Mi despedida del dalái lama

Artículo

El pez, símbolo de la época de Piscis.

El Mercurio (Santiago), 3 de julio de 1962.

Este segundo encuentro tuvo lugar poco antes de partir hacia Europa como embajador de Chile en Yugoslavia.

Desde su milagrosa escapada de Lhasa, el dalái lama se encuentra viviendo en los contrafuertes himaláyicos. Poco después de su arribo en India, le visité en el pueblito de Mussoorie. Ahora, el gobierno de Nehru le ha destinado a la región de Dharmasala, cerca del valle de Kangra, también en los Himalaya. Vive allí dedicado a su ministerio y al cuidado del número siempre creciente de refugiados tibetanos, el que suma más de setenta y ocho mil en la actualidad. La India, superpoblada de por sí, no puede absorberlos. Los Estados Unidos recibirán una parte de ellos. Suiza ha organizado colonias tibetanas, especialmente de niños y de lamas. Se dice que Argentina y Brasil también recibirán refugiados. Hace un año, propuse que nuestro país eligiera eruditos tibetanos en el budismo tántrico lamaísta, para mantener cátedras en nuestras universidades. Mi amistad con el dalái lama haría fácil el poder seleccionar a doctos lamas para que trasladen a nuestra tierra esa sabiduría milenaria, esa filosofía y ese yoga que solo se preservaban en el Tíbet y que fueran transportados allí desde la India en los siglos vi y vii de nuestra era. El tantrismo, en su más pura corriente, desapareció de la India con la destrucción de la biblioteca de la universidad budista de Nalanda, en la India, llevada a cabo por los invasores mahometanos. Mi amigo el lama Anagarika Govinda, que vive aislado en su refugio de una cumbre de los Himalaya, está dedicado en la actualidad a divulgar los textos «siddhas», que él sustrajo del Tíbet cuando la primera invasión china, en 1951. Este lama es de padre alemán y de madre boliviana. Sus libros están siendo publicados en todas las lenguas del mundo en la actualidad. La editorial Nuevo Mundo, de Argentina, los editará en español. Explicar la filosofía tántrica nos llevaría muy lejos, bástenos decir que los principios más puros de el misterioso yoga se conservan allí, en la corriente budista que penetró en el Tíbet y que se conoce como lamaísmo. El jefe de esa iglesia filosófica, o científico-psicológica, es el dalái lama.

En la actualidad, el dalái lama mantiene no un Gobierno en exilio, pero sí una religión y una tradición en exilio. Y esto es aprobado por Nehru.

Conocedor de que el dalái lama pasaría por Delhi, en peregrinación a lugares budistas del sur de la India, y pensando que deberé dejar ya muy pronto este país, he deseado despedirme de él.

Me recibe ahora en el Palacio de Hyderabad, donde se hospeda (en este palacio se hospedó también la misión comercial chilena que negoció nuestro tratado con la India). Desgraciadamente no puedo ir ahora con mi vestidura ceremonial tibetana, pues ella ha sido embarcada ya. Sin embargo, llevo conmigo la amplia seda blanca que presentaré al dalái lama, siguiendo la usanza y el protocolo de su corte. Él me la devuelve luego con sus bendiciones y con la swástica del budismo.

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