Archivo Miguel Serrano - Escritos

Entrevista a mí mismo

Artículo

Uno de los textos que escribió durante su viaje a la Antártica.

3) Y ya que se ha tocado este tema, debo expresar la molestia ocasionada por la ceremonia política de la inauguración de la base O’Higgins, en que todo fue hecho de tal modo que se olvidó a los que habían estado dos meses trabajando, en que se levantó un acta inaugural elaborada en el buque presidencial, sin que para nada figuraran los que en verdad debían figurar. Nuestros marinos y marineros son sobrios y sencillos, no esperan ser pagados con dinero, bien se sabe, sino con una palabra de reconocimiento que les pueda llegar al corazón. El teniente Kopaitic, si bien es cierto que fue condecorado en la Antártica, después de haber permanecido un año en esas regiones, aquí en Santiago solo fue homenajeado por el «Colo-Colo», cuando, según mi parecer, debió asistir a los homenajes tributados al Presidente, con mucha más razón que cualquiera. De vuelta de la dura expedición de tres meses los buques chilenos fueron recibidos en los puertos por la soledad y el total desconocimiento, aun en Valparaíso. En cambio, en Argentina, los expedicionarios volvieron triunfalmente, siendo apreciado el esfuerzo de aquellos que permanecieron un año entre los hielos.

4) Reconozco y agradezco las atenciones de los marinos y de los militares. Los nombres de esos camaradas están grabados para siempre. Son muchos. Con ellos conviví y estreché lazos. Aprendí a conocerlos. Creo, sin embargo, que ellos no conocen aún bien a los civiles y les tienen un distanciamiento justificable en algunos casos, pero en otros no. A los periodistas les tienen recelos debido a la actitud estúpida que adoptaron en la primera expedición en que se dedicaron a hacer una propaganda social y a difundir mentiras de incomprensión y explotación del marinero por sus oficiales, cuando la verdad es que tanto unos como otros están igualmente mal pagados. Y son nuestras fuerzas armadas las mejores y verdaderas reservas de la patria. Es por esto que la Marina no quiere que vayan periodistas en sus expediciones. Pero hay otros jefes que no quieren que vayan sencillamente por incomprensión hacia el civil. Estas expediciones no son de las fuerzas armadas sino de Chile y es por eso que debe dárseles la publicidad necesaria. La prensa debe tener facilidades que hasta ahora no ha disfrutado en la Antártica.

5) Fuera de los inconvenientes indicados, que fueron sufridos principalmente por el arquitecto Ripamonti, a quien el jefe de la expedición llegó a modificarle los planos de la construcción de la base, la expedición fue maravillosa. Recuerdo especialmente mi excursión con el mayor de ejército Eduardo Saavedra Rojas y su gente al interior del continente. Un jefe tan gentil y entusiasta merece todo mi agradecimiento. Creo que es indispensable que Chile construya otra base en la Antártica, digamos mejor, una verdadera base en la Antártica, pues las que hoy tiene no están en la Antártica, sino en la Subantártica, o sea, en la latitud de las islas Shetland. Es necesaria una base en el sur, cerca de bahía Margarita.

6) Me gusta todo lo que se hace con amor y pasión, aun cuando sea injusto. Solo lo que se hace con pequeñez es detestable. Por eso admiro a los grandes exploradores apasionados de la Antártica; a Shackleton, a Byrd. Seguramente ninguno de ellos sabe por qué fue allá realmente. Yo, si lo pienso bien, y soy franco, creo que fui a buscar a Hitler. Se cree que pueda estar allá. Un sueño, una ilusión, de la que no me arrepiento. No soy de esos hombres que tiran su fe por la borda al primer cambio. Sigo creyendo que no estuve equivocado durante la pasada guerra, aunque hoy para nada me interese ya la política. El Occidente se hunde, por falta de amor, de pasión, de fe, de un poco de santa locura. ¿A qué lado debemos estar hoy? Para decidirlo no tenemos más que mirarnos en un espejo. Si tenemos la tez blanca y los ojos claros, debemos estar con Estados Unidos en contra del Asia y de la «revolución de color». En pie, hasta el fin en nuestro sitio, aunque perezcamos. No creo en «terceros frentes», ni en socialcristianismo. Ni España, ni Argentina, ni ningún país latino, solo o en conjunto, puede hacer frente con las armas a los rusos. Solo lo puede hoy Estados Unidos. Y ya no se trata de teorías, sino de guerra. Si el mismo Estados Unidos no lo comprende aún así es porque, a pesar de sus grandes cualidades, es un país sin visión de política mundial, le falta unidad interior y estilo de imperio. Puede ser que algún día llegue a tenerlo y a adquirir su forma espiritual, desplazando a los comerciantes. Por esto yo creo que el Occidente está perdido si Alemania no se vuelve a levantar. Y esto solo podría propiciarlo Estados Unidos. Únicamente los judíos de ese país piensan lo contrario. Lo que Estados Unidos necesita hoy es precisamente hallar a Hitler. Pero no para juzgarlo, sino para comprenderlo.

Tengo el orgullo de reconocer públicamente mi admiración permanente por Hitler, como por Mahoma, o Juana de Arco. Y esto en un tiempo muy difícil y especial. Hitler en la Antártica es un mito creído solo por mí y por los norteamericanos. En esto nos parecemos. Corresponde, de parte nuestra, a la búsqueda de un ideal para nuestro tiempo; porque realmente Hitler no debe estar ahí, ni en ninguna parte. Pero ojalá que el nuevo ideal o el mito pueda venir de algún lado para salvar nuestro mundo.

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